El recorrido de Educación para la ciudadanía

Leo en El País la opinión de seis docentes acerca de Educación para la ciudadanía, una de las modificaciones de currículo más polémicas de los últimos años. Se ha hablado mucho sobre la materia y, por lo tanto, poco más puedo aportar en la discusión. Simplemente quiero hacer una reflexión después de haber leído el artículo.

Recuerdo que hace dos años asistí en un céntrico hotel bilbaíno a la presentación del proyecto de Santillana, capitaneado por la escritora, teóloga y, cómo no, profesora, Carmen Pellicer. El debate fue constructivo y muy pocos vieron pegas a la idoneidad de la materia. En la presentación coincidimos profesores de la escuela pública y de la concertada, religiosos y laicos. La sensación que me llevé fue buena: una asignatura que pretende educar en valores no puede dejarse al margen. Debe ser mimada y cuidada. ¿Qué hay más importante que una escuela que eduque en valores? Carmen se mostró encantada y recordó cómo le había ido en la presentación del libro en Madrid, donde tuvo que salir escoltada por la policía para evitar que algunos intolerantes pusieran en riesgo su integridad.

Y aquí estamos, dos años después. Es en este ambiente de crispación donde se gestó Educación para la ciudadanía. Parecía que las escuelas iban a arder en las llamas de un catecismo impuesto por la izquierda… y aquí estamos, vivitos y coleando. Como mucho, la asignatura ha caído en el saco de las marías, pero eso no es competencia del estudiante, sino de quien imparte la asignatura -el docente- y de quien programa las clases -el equipo directivo-.

La falta de horas para impartirla también es un asunto a tener en cuenta; de ahí la importancia de hacer de nuestras asignaturas herramientas transversales para seguir reforzando los valores de nuestros alumnos.

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